5- Elegi una ecena de la obra en la que parrícipe lulo, el nijo de Eneas, y volué a narrarla desde la perspecriva del niño. Tene encuenta que el narrador debe ser verasimil: se trato ae un riño que vive durante la terrible querra de troya. Luego, compartícon tus compañero ia producción realizada.

**Título: La Guerra desde mis Ojos** Soy Lulo, el hijo de Eneas. A veces, me pregunto qué significa ser un niño en medio de una guerra. La ciudad de Troya arde a nuestro alrededor, y el sonido de las espadas chocando resuena en mis oídos como un eco aterrador. No entiendo del todo por qué los hombres luchan, pero sé que el miedo se ha apoderado de todos nosotros. Recuerdo un día en particular, cuando el cielo estaba cubierto de nubes grises y el aire olía a humo y desesperación. Estaba jugando cerca de la muralla, tratando de olvidar el caos que me rodeaba. Mis amigos y yo hacíamos carreras, riendo y gritando, como si el mundo no estuviera en llamas. Pero, de repente, el sonido de un grito desgarrador nos hizo detenernos. Era un sonido que nunca olvidaré. Me volví hacia la fuente del grito y vi a mi padre, Eneas, en medio de la batalla. Su figura imponente se movía con una gracia que solo los guerreros poseen, pero su rostro estaba marcado por la preocupación. En ese momento, comprendí que no solo luchaba por su vida, sino también por la nuestra, por un futuro que parecía cada vez más incierto. Quise correr hacia él, gritarle que tuviera cuidado, pero mis piernas se sentían pesadas, como si el miedo las hubiera atado. Observé cómo se enfrentaba a un enemigo, su espada brillando en la penumbra. Cada golpe que daba resonaba en mi pecho, y cada vez que caía un guerrero, sentía que una parte de mí también se desvanecía. De repente, un hombre se acercó a mí. Era un guerrero, su armadura estaba manchada de sangre, y su mirada era dura. Me miró y, en un tono grave, me dijo: "Debes quedarte aquí, pequeño. No es seguro para ti." Sus palabras me hicieron sentir pequeño y vulnerable, como si el mundo de los adultos estuviera lleno de peligros que no podía comprender. Mientras el combate continuaba, me senté en el suelo, abrazando mis rodillas. Miré a mi alrededor y vi a otros niños, algunos llorando, otros con miradas perdidas. En ese instante, comprendí que la guerra no solo afectaba a los hombres que luchaban, sino también a nosotros, los que quedábamos atrás, esperando que todo terminara. Finalmente, la batalla terminó, y mi padre regresó, su rostro cansado pero decidido. Me abrazó con fuerza, y en ese momento, sentí que todo estaría bien, al menos por ahora. Pero en el fondo, sabía que la guerra no había terminado, y que cada día sería una lucha por la supervivencia. Así es como veo la guerra, a través de los ojos de un niño que solo quiere jugar y reír, pero que se ve obligado a crecer demasiado rápido en un mundo lleno de dolor y lucha. La guerra de Troya no es solo una historia de héroes y batallas; es también la historia de los que quedan atrás, de los que sufren en silencio, esperando un mañana en paz.